lunes, febrero 05, 2007

ANONIMO



(Juan está sentado en la taza del sanitario que se encuentra frente al público, tiene un periódico abierto y está leyéndolo)

Juan Pérez, que chingón nombre, el único entre los cien millones de cagones que somos, el único entre más de treinta y cinco mil varones con el mismo nombre, y mi padre y mi madre me ponen Juan Pérez, en honor a Juan Diego, en honor a tu abuelo ¿En honor a quién? A nadie, a nadie, al más común y más normal de todos esos Juanes Pérez que andan en el mundo. Para variar uno de ellos que es un hijo de la chingada me puso a mi de dirección para recibir sus mendigas cuentas. Ya me imagino diciendo que no soy ese Juan Pérez, imagino a los del banco y ellos viéndome tranquilamente y moviendo la cabeza de un lado a otro y diciendo; sí como no mi rey y ¿tu nieve de qué? En fin tener que pagar una televisión que no voy a ver y un viaje que ni siquiera he de gozar, por el simple hecho de llamarme Juan. Sólo falta que en la nota policíaca diga; “Se busca a Juan Pérez por homicidio calificado en primer grado, cuidado es peligroso” (Riendo), ese es el mero Juan Pérez, ese. Qué nombre pues y yo entusiasmado, hasta mandé mi carta a la editorial del periódico, ya me imagino la carta del señor Juan Pérez, escrita de forma providencial es un ejemplo a seguir en el enorme mar de las letras, enhorabuena señor Pérez. Todos se creerían creadores y yo mientras teniendo que enfrentar un tigre de 1.60 de altura y reclamándome mi nombre. Siempre mi nombre, el único que tengo y que tendré. La vida sentado en el baño pendiente de lo que hacen otros con nombres distintos, nombres que les dan autoridad y prestigio, soy el Señor Wittgastein o el señor Alabarrieta, respeten mi nombre, tengo abolengo y tengo dinero. Al final siempre el dinero, y yo perdido entre trabajos minúsculos, entre gente minúscula, con nombres minúsculos. ¿Qué sería de mí con otro apelativo, con otra raza que no fuera de bronce? Sueños humildes de tristeza y melancolía ¿qué espera la vida para incluirme? Es egoísta y somos egoístas. Nada para nosotros nacidos de la miseria y la ignorancia, ese es nuestro pecado y será nuestro castigo (Ruidos de defecación) ah. ¿A quién debo culpar? Al gobierno, al estado, al presidente, a los españoles, a los gringos, a mis padres, a mis hermanos, a mis amigos ¿a mí, a ella? Puede ser, a ella que me reclama y me recrimina no ser alguien, ser el cero a la izquierda que nunca quiso. Ser la ignorada partícula de sentimentalismo que la conquistó entre gemidos y pasión cuando era estudiante, cuando creía en el futuro, ahora nada, el viento y la tierra que surcan mis años en está casa rentada, con esos hijos queridos un poco y odiados otro. Pude haber sido alguien y ella me robo la vida que ahora me reclama. No tengo valor, la amo y la odio cuando me pide el gasto y cuando se niega a besarme por mi aliento. Mi vida por un plato de lentejas entre la basura de está ciudad, y sin embargo la tristeza no se reconoce en mi rostro lleno de amargura y arrugas.

(Deja lentamente el periódico y se levanta, en ese momento se le cae una moneda y con los pantalones abajo comienza a buscarla con angustia)

Mi dinero (gritando) MI DINERO, dámelo Jesús, devuelve lo que me pertenece, unos centavos llorados por mi carne, dámelos que son lo único que me queda. Ya ni mi dignidad, ya ni mi apellido, ya ni mi raza, son sólo unos centavos para sobrevivir lo que resta de mi vida. Unos centavos para comprar la sonrisa de mis hijos y para aplacar la ira de mi esposa y saciar la sed de cerveza que me con sume desde hace tanto tiempo, tanto tiempo. Mi dinero para la renta, para la escuela, para la gasolina, para mi libertad, sin mis centavos y yo soy más esclavo que todos, más que el pordiosero. Más esclavo que ella y que él que se aman en secreto, más pordiosero que los locos, soy eso, un esclavo de los centavos que ya no valen nada. Soy él, soy Juan Pérez.

No hay comentarios.: