Con esa lentitud las calles quedaron desiertas, pequeñas ráfagas de aire hacían remolinos con las hojas caídas. El frío llenaba todo, las esquinas, las escaleras, las cornisas. Nadie se atrevía a salir, algo rondaba el aire, su zumbido agudo recorría las plazas y se estrellaba contra la iglesia. Enfrente, el barrío judío se veía más oscuro y siniestro. En la Sinagoga había una luz de vela, tal vez, la única en toda la ciudad. Dentro, el Rabino Meyrink daba el último retoque a su Golem. Pusó EMET en la frente del humanoide de arcilla y éste cobró vida. Sus oscuros ojos, velados por la penumbra comenzaron a moverse con vida. La sonrisa del Rabino fue espontanéa. Su creación vivía y cada vez más cobraba una fuerza sobrehumana, no hablaba, pero entendía y movía sus miembros con fácilidad.
A mitad de la noche, cuando la luz dejó de alumbrar los muros de la Sinagoga, el Golem comprendió todo y en un acceso de furia mató a su creador, lo ahorcó hasta que el hálito de vida se le escapo, el cuerpo cayó sin vida y el Golem se vistió de Rabino.
Desde entonces vive en la Sinagoga y las noches frías y oscuras sale a cobrar su cuota de sangre.
2 comentarios:
Hasta frio y miedito me dio!
ESO ES EN HARLEEM, por esa publicación busqué y busqué un lugar llamado Golem.
Llegué a Volendam y a Gouda, Golem es solo de Borges----
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