I
Todo marcado por una hora en la tarde, del estado crepuscular previo al éxtasis. A ese estado onírico que crece en expectativa, en un deseo de ver la batalla del hombre y la bestia, del valor contra la fuerza. Los ojos vaciados al ruedo miran en torno de la desierta arena, del fastidio de la espera, el anhelo de la recompensa del espectáculo, único, desgarradoramente real.
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